CUANDO LA SALVACIÓN NOS VIENE POR COMPARTIR NUESTROS DONES

¿Cuál es mi ídolo? ¿Cuál es ese pensamiento que secuestra mi corazón? ¿Cuál es mi preocupación recurrente? ¿Qué ocupa mi mente desde el comienzo del día hasta el ocaso? Bien es cierto lo que dicen que podemos experimentar la libertad cuando no estamos apegados a nada. Estar desapegado implica estar dispuesto a darlo sin interés en recuperarlo. Porque entre más buscas, menos encuentras; entre más deseas algo, más se aleja de ti. Dios es sabio y sabe muy bien lo que nos conviene.  

En el caso de alguien que busca a Jesús, piensa querido hermano, ¿cuál debe ser el norte-horizonte-meta de un cristiano? “No se puede servir a dos señores” dice el Señor, lo enfatiza, no se puede servir a Dios y al dinero-placer-mundo.  

Los efectos del dinero y del poder conllevan a que se dé desprecio del otro. Dice San Pablo “¿Quién te ha hecho superior a los demás? ¿por qué presumes? … ya estáis ricos” (1 Co 4,6ss). Las cosas de este mundo nos pueden saturar de tal manera que nos obstruye la vista de lo que realmente importa en la vida, de lo que concierne a nuestra salvación, que es la mayor de las riquezas que Dios nos quiere conceder. De nuevo el apóstol de los gentiles en su carta a los Colosenses les invita a “buscar las cosas que son de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Piensen en las cosas que son de arriba, no en las de la tierra” (Col 3, 1).  

Pero mirar hacia arriba amerita ir ligero, San Pablo insiste: “Quítense esas cosas de encima: ira, enojo, malicia, maledicencia, codicia, idolatría” (v. 8). Sobretodo en este país, se tiene la mentalidad de cuidar más las finanzas que a sí mismo y/o a los seres queridos. Escuchaba a una persona en Radio Paz que hablaba de apoyar una causa en África, la conductora mencionó algo que me dejó impresionado: a veces pensamos que somos nosotros quienes ayudamos a los que acuden en los centros de comida para los más necesitados, que ayudamos en las necesidades de nuestras parroquias, que ayudamos a los niños con cáncer, y no es así. Son ellos quienes nos ayudan a acercarnos a nuestra salvación por compartirles los dones que Dios mismo puso en nuestras manos para compartir con ellos.

No importa cuán pequeño pueda parecer el don o el talento, cada uno de nosotros tiene algo especial que compartir que nos diferencia de cualquier otra persona. Aunque muchos de nosotros compartimos dones y talentos similares, cada uno de nosotros tiene su propia forma de expresar y usar nuestras habilidades, que a menudo sirve como inspiración, motivación, empoderamiento o aliento para los demás.  

Además, cuando guardamos nuestros regalos para nosotros mismos, terminamos disminuyendo la bendición de Dios que da ciento por uno. No sofoques tu bendición al compartir con alguien que tú sepas no retribuirá nada, porque al final “conmigo lo habréis hecho” dice Jesús.

J.I.R.C.

Servus Servorum Dei

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